2.2.09

The death of George W. Bush

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Tras los efluvios paroxísticos y las connotaciones de magno acontecimiento histórico que rodearon a la toma de posesión de Obama como nuevo presidente de los EE.UU, más allá de la la ubicuidad omnipresente de la hipertrofiada cobertura televisiva global, las innovaciones tecnológicas que aprovecharon la fecha para ver la luz (especialmente, el tráfico de videos en directo online o la convergencia entre CNN y Facebook durante la cobertura de la ceremonia) o los detalles rosas y personalistas que especian todo evento de estas características en su reflejo mediático, me gustaría deternerme en un aspecto del tratamiento informativo dado en la televisión española, concretamente en Cuatro, durante esos días de la pasada semana que no he visto convenientemente comentados en ningún medio de comunicación y que me llamó fuertemente la atención.

En la madrugada anterior al día del Inauguration Day, como guarnición complementaria al menú informativo del evento, de manera aparentemente coherente con el nervio informativo del momento y sin reparar en su significado, la cadena generalista de PRISA ofreció Muerte de un presidente, falso documental de política-ficción que fantasea con la recreación de un (nunca sucedido) magnicidio contra la persona del presidente de los EE.UU., George W. Bush, apoyado en los elementos narrativos y estéticos propios del género documental, salvo porque se basa en un hecho que no ha tenido lugar en la realidad en que pretende referenciarse.
Insertado indeferenciadamente en la parrilla de la cadena. flanquedo por su rigurosa y profesional cobertura informativa del acontecimiento apoyada en su (obvia) sinergia con el despliegue técnico y humano de su hermana CNN+, el documental venía a equipararse en cuanto a nivel de veridicción y status jerárquico informativo con el seguimiento informativo de los hechos, convirtiéndose además en un apéndice editorializante a modo de metafórico desideratum de la propia cadena y de la empresa que la sustenta (la muerte política de Bush se convierte en muerte violenta y real en el imaginario del espectador), induciendo al confusionismo del espectador poco atento y versado en determinadas tácticas.

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Un paso peligroso y escasamente detectado que contaminó el notable nivel de la cobertura mediática patria, mezclando realidad real con otra (falsamente) documentalizada, sentando un dudoso precedente que tuvo una cierta continuación, sin llegar a esos límites, en el comportamiento del Ente público RTVE al emitir (y estrenar en España, puesto que el film aún no ha sido proyectado en salas cinematográficas) W.,el film que ha dirigido Oliver Stone retratando, no muy favorablemente, al presidente saliente, G.W. Bush, y a sus más estrechos colaboradores, así como en la dedicación del espacio documental y cultural, La noche temática, al magnicidio de Dallas en que halló la muerte el presidente Kennedy, jugando de nuevo con el fantasma del asesinato político y el complot desestabilizador, máxime cuando ha sido frecuente el empleo de paralelismos entre las figuras de aquel presidente y el recién electo Obama.
En fin, que sólo faltó la emisión de un maratón intensivo de la serie 24 con las andanzaS del (éste sí) primer presidente negro del planeta, David Palmer.

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